Seduciendo al inconstante verbo
desprecio tu prejuicio con alevosía.
Zozobro en el ostracismo de mi autenticidad
culpable de cada una de nuestras diferencias.
¡Cuánto ha cambiado la poesía!
¡Y con ella el mundo!
Me declaro inocente de mutar la palabra.
Meramente soy una estricta testigo de la conformidad,
arrastrada por un halo de ególatra e inapropiada torpeza.
¡Esta vez quiero quemarme a gusto en el infierno!
Mi boca, no exenta de pecado lanza al aire
la primera piedra.
Ya me acostumbré
a perecer en la valerosa hoguera.
Me extingo para volver a nacer
en la desconocida piel de mi dama,
mi hermosa Eva… ingenua.
Bendita tentación toda ella transparente de agua.
Bienaventurada en su veneno de espinas...
Consagrada rosa negra.
El sabor de su cuerpo
en mis comisuras no dejan besos
de despedida…
Embocadura si acaso
por donde trepa un inesperado carácter autóctono
en las riberas elocuentes de mi cintura cómplice.
La pasión se pavonea impune alejando el deseo
mientras esta nota furtiva me sugiere
que olvide el aroma de una flor
que no supe dar a tus ojos.
No pretendo que me hagas el amor
o como se llame esta soberbia
que me abrasa en las mismas puertas
del ya conocido averno.
Me recreo en el espejo gozándote…
Un perfecto ángulo recto de palabras
que navegan libres mar adentro
desdeñando la prisión de falsos juicios
e hipócritas sentencias que cabalgan a lomos de Ulises.
Mi particular jurado popular...
Tan correcta es tu marca que quizás,
sólo quizás, al final tropieces con la merecida justicia
en tu indolente injusticia eterna.
Afortunadamente el veredicto final
no está en las manos de dioses descafeinados
que de vez en cuando se disfrazan.
Afortunadamente mi consciencia
no visita los exquisitos hilos de oro
interesadamente arraigados
al borde de tu amada sotana.
al borde de tu amada sotana.
Mi humilde toga es distinta.
Está hecha de tela del pueblo.
De libertad alejada de la cobardía caballera
oriunda de Castilla.
¡Cuánto ha cambiado el mundo!
¡Nuestro mundo!
¡Y con él mi amada poesía!
Hoy soy copartícipe frustrada de mi osado
atrevimiento porque mi Eva suplicó vendetta.